Reseña

Qué hermosa la diferencia que convierte en diversos a los seres con distintas pieles, con diferentes cuerpos, con vivencias de aquí y allí. Qué bellísimo gradiente de tonalidades en los ojos y en el pelo, en ropas y voces, en palabras y rasgos que singularizan a un sujeto en una (o a pesar de una) cultura. Pero qué terrible la diferencia si se usa como base que legitima una desigualdad. Nunca dos palabras que coloquialmente pudieran ser usadas como sinónimas pueden resultar tan opuestas en su significado social y político. Ser humanamente diferentes no debiera nunca suponer ser desiguales socialmente. Es la base de toda aspiración comunitaria que pretenda un mundo mejorado, un mundo sostenido en la diversidad cultural y humana, pero reforzado en la igualdad que garantiza los mismos derechos y oportunidades a todas las personas con independencia de a qué lado de una frontera nacen, con qué cuerpo crecen o qué relatos se reiteran en su imaginario.