El cuaderno de Mónica
Memorias de una inmigrante
—¡Venezuela, Venezuela, Venezuela! ¡Atrás hay espacio! ¡Avanza para que suban oe! —“ojalá fuera tan fácil volver”, pensé al escuchar una colectora tras bajarme en la parada de Abancay, pero aquí “Venezuela”, es sólo una avenida de las tantas que abundan en Lima.
En Valencia, donde vivía, hay un colegio llamado República del Perú. Imagino a un peruano fuera de él, mirando su letrero, dejándose llevar por el espejismo, creyendo que al pasar las puertas de esa escuela pudiese pisar de nuevo su tierra, con su música, su sabor a ceviche y causa. Ahora pienso que si esta ruta me llevara hasta los brazos de mi patria; allá, a la mesa hecha con madera de Magdaleno, en donde cada domingo, para el de desayuno, mi abuela servía una arepa frita rellena con huevo más tajada, acompañada de una taza de café con leche, pero nada me devolverá al país de mi infancia, ni a la abuela Gloria.