Calidad de vida de las personas mayores chilenas durante la pandemia Covid-19
Resultados Proyecto ANID-COVID0041
La población adulta mayor en Chile ha recibido una triple amenaza derivada del COVID-19. La primera viene del mayor riesgo de gravedad de la enfermedad y el mayor riesgo de mortalidad, además de los riesgos de aparición o agudización de otros problemas de salud. El segundo tipo de amenaza procede de los mayores riesgos de aislamiento social que han debido enfrentar las personas mayores por las mayores exigencias en los requisitos de confinamiento implementados por la autoridad sanitaria. Las condiciones de confinamiento obligatorio o voluntario tendrían consecuencias en la salud física y mental. Esto ha conllevado una tercera amenaza, que viene de la imagen de esta población en los medios de comunicación como un grupo vulnerable y pasivo frente a la pandemia. Muchos estudios muestran los riesgos del “ageism” (“edaísmo”) en el bienestar y salud de las personas mayores, producto de la visión estereotipada y discriminatoria de las personas mayores, lo que conlleva restricciones a las más diversas formas de participación, incluso al interior de las familias.
En este contexto, el objetivo de este proyecto fue analizar las consecuencias sociales, sanitarias y psicológicas de la pandemia de COVID-19 en el seguimiento de una cohorte de personas mayores en Chile. Se midieron síntomas depresivos y de ansiedad, percepción de soledad e aislamiento social, apoyo social y resiliencia, uso de tecnologías de la información y comunicación, inseguridad alimentaria, situación residencial, percepción de salud y problemas de salud. Se realizó una encuesta telefónica en todo Chile a una muestra representativa de personas de 60 o más años, que ya habían sido encuestadas por primera vez a fines del año 2019, en el marco de la Quinta Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez 2019 (UC-Caja Los Andes). Con el financiamiento adicional del Proyecto ANID-COVID0041, se realizaron tres seguimientos telefónicos a una submuestra de 720 personas mayores, cubriendo la medición de los indicadores durante tres períodos de la pandemia COVID-19 en Chile: invierno 2020, verano 2020/21 y otoño 2021. De esta manera, se pudieron comparar los indicadores durante la pandemia, con los niveles pre-pandemia (línea base 2019).
Los principales resultados del estudio confirman que la pandemia COVID-19 ha afectado fuertemente a las personas mayores en Chile, disminuyendo sus niveles de bienestar subjetivo y afectando sobre todo a su salud mental, con un aumento de los síntomas ansiosos y depresivos. El estado general de salud también empeoró, aumentando los problemas de memoria y los problemas gastrointestinales, ambos asociados también al estrés que ha implicado la experiencia de la pandemia y el confinamiento.
Este estudio ha visualizado la alta heterogeneidad de la población mayor en Chile. Son las personas de mayor edad, de bajo nivel educacional y que viven solas las más vulnerables frente a las medidas restrictivas de confinamiento, especialmente por el escaso acceso a tecnologías de la información y comunicación (TICs).
Sin embargo, las personas mayores tienen recursos que les han permitido sobrellevar de mejor manera esta situación estresante. El cambio observado más significativo es el aumento considerable de la resiliencia entre las personas mayores, lo que es avalado también en la evidencia internacional.
El uso de smartphone, y especialmente las videollamadas, ha contribuido a que se mantenga e incluso aumente el contacto con las redes sociales. Sin embargo, el acceso a las TICs es lo que ha estado más desigualmente distribuido en la población mayor, siendo las personas de edad avanzada y con menor nivel educacional las más excluidas, teniendo un mayor riesgo de pérdida de bienestar debido al confinamiento.
La capacidad de mantener contactos - sobretodo familiares- muestran que las familias han operado como un importante soporte del bienestar en este grupo. Además, aumentó la co-residencia intergeneracional, aunque también es posible que esto se haya dado más por necesidades de los hijos que de las personas mayores. Sin embargo, las familias – y especialmente las mujeres - están muy demandadas por las múltiples tareas de cuidado que deben enfrentar.
De hecho, las personas mayores han resultado un importante soporte para las familias, por lo que las políticas de seguridad sanitaria más que reforzar la imagen de vulnerabilidad de este segmento deberían apoyar a este segmento en un modelo integral de colaboración intergeneracional. Las políticas sociales deberían estar orientadas a facilitar la interconectividad de las personas mayores, que debería incluir una política robusta de tecnologías de la información y la comunicación orientada a la población más vulnerable.
El confinamiento exclusivo de las personas mayores favorece el aislamiento y la estigmatización de este grupo etario. Se requiere generar una cultura comunitaria de colaboración con este segmento y no una de estigmatización y visibilización como un grupo vulnerable y homogéneo. Los datos chilenos indican que esta es una visión simplista de la población mayor, donde una buena parte tiene recursos sociales y psicológicos para enfrentar la pandemia incluso mejor que los jóvenes, aunque hay otra parte más vulnerable y que requiere especialmente de políticas que favorezcan la inclusión más que el aislamiento.