La última casa de Mingus
Cronista, poeta y novelista, Martín Cinzano penetra en este volumen en los territorios del cuento, cargado de un fino e inquietante sentido del humor que construye tramas que bordean siempre —sin grandilocuencias y, diríase, hasta con alegría— el abismo, la miseria, la paradoja, el sinsentido. Los personajes que pueblan este volumen —fiel al estilo de Cinzano— son siempre acólitos del fracaso, la desgracia y la invisibilidad, sin que por ello el resentimiento o el patetismo se apoderen de sus tramas. Los paisajes que se construyen en estos cuentos son siempre esos que se miran de reojo, como al pasar, esos que para verse con cuidado precisan de una experiencia agrietada, fisurada, zaherida, o bien la distancia charlatana e irónica de una mirada perspicaz. En su reunión, personajes y paisajes exploran, una y otra vez, obsesiones comunes en torno a la palabra, al lenguaje, a la actividad absurda y vital del nombrar, a sus consecuencias luminosas y nefandas, a sus políticas y sus desvaríos —si es que no son lo mismo. Relato a relato, se construye un universo propio, secreto, una mitología urdida en las profundidades del absurdo cuyos hilos se entretejen con el arte, la literatura, la cultura, el jazz, el hambre, el alcohol, la desolación y la ausencia. En todo caso, personajes y paisajes se reúnen en estos relatos para horadar y rasgar la planicie, el orden, el telos del sentido. Como trasfondo de cada relato está siempre la ciudad, con sus complicaciones, sus nudos, sus tensiones, sus farsas. Una ciudad que es muchas ciudades y ninguna, acaso todas. Ciudad de México, Santiago, Los Ángeles, Cuernavaca, Budapest, entre otras. Ciudades que se leen, pero que, sin duda, también se escriben. Ciudades confundidas y desoladas productoras de experiencias paralelas, en las que el sinsentido y la ligereza conviven y se abrazan en gramáticas singulares. Ciudades delirantes que se erigen a través de diferentes estructuras narrativas que van de composiciones fragmentarias hasta el completo delirio en el que no se sabe qué está arriba y qué está abajo, qué es real y qué no lo es. Así es la ficción creada por Cinzano en estos cuentos: ebria, alegre, absurda, perturbadora y cómica al mismo tiempo, ensayística, profunda. Si en algo se asemeja a lo real será, con toda seguridad, tan sólo un error de apreciación.